(Obra de: hystericalminds.com)
Uno no aspira
a la grandilocuencia de la felicidad y sus retóricas. Para eso ya están los
adictos al triunfo, los yonkis del éxito, las escuelas de negocios, los
cantamañanas de los panfletos de autoayuda y las brujas y adivinas del canal de
teletienda. Uno no aspira a la felicidad pero si a tocar, de cuando en cuando,
casi de forma cotidiana, a la alegría.
La felicidad
es como un dios exigente y tiránico, requiere nuestra credulidad, sus supersticiones y
sus parroquias, en cambio la alegría no exige óbolos, ni cielos, ni
reverencias. La alegría es barata, asequible, cercana, colega, muy real y leal. A ella
le vale cualquier cosa para manifestarse. No necesita ni cinco estrellas, ni
aplausos de multitudes, ni eróticas del poder, ni Visas metalizadas. Sólo el tú
a tú, la intención, las ganas y saber buscarla, descubrirla, reconocerla.
Y hoy la
alegría es verde espinaca. Una vez cocidas y picadas las he añadido los muchos
ajos fritos en laminitas y luego el bacalao desalado, cocido apenas, muy suave
en leche de coco y desmigado. Suena el revoltillo muy cuaresmal, pero no, a su
lado descansan su puñado de garbanzos que ya vivieron su peculiar orgía en la
olla con doña costilla, la señorita oreja, la señora panceta, el señor rabo, don
morcillo y el tío chorizo. Para que no se note la bacanal carnal hemos
desgrasado, picado y deshuesado todas esas partes "porcorales" antes de enredarlas de nuevo
con los garbancitos y componer discretas raciones en los platos.
Así, en el plato, un
montoncito verde junto a otro montoncito color crema, no parecen gran cosa pero
para mi son ni más ni menos que un poco de alegría. La alegría de hoy, tan
fácil, tan real, tan gustativa.
La crisis ha
arrasado de este país la felicidad. Sólo beben de ese licor preciado los
pudientes, los pijos, los gangsters (pero como la han tenido siempre no saben a
qué sabe…) La crisis ha aniquilado en miles de hogares la felicidad pero no la
alegría.
Porque la
alegría, las alegrías, pequeñas, cotidianas, no nos las quita ni dios, ni los
mercados, ni “naide”…
Entre pecho y espalda me he enjundiao unas sepias sucias con su salsa y su condumio. Esta fue una de las alegría de hoy, una de esas que nos nos quita ni Dios.
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